Las leyes de la atracción by Bret Easton Ellis

Las leyes de la atracción by Bret Easton Ellis

autor:Bret Easton Ellis
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Drama, Humor
publicado: 1987-01-01T00:00:00+00:00


LAUREN Es estúpido pero llamé a Victor. Desde la Fiesta de Disfraces para Follar. Tenía un número de Nueva York donde me dijo que podría estar y, como una idiota, me vi en la cabina telefónica del piso de abajo de Wooley, llorando, con aquella toga espantosa, y viendo como empezaba la fiesta mientras esperaba que Victor contestase. Tuve que llamar dos veces porque, ahora de verdad, se me había olvidado el número de la tarjeta telefónica y cuando por fin lo recordé y el teléfono empezó a sonar ahogado, lejano, me puse a sudar. Empecé a temblar, el corazón me iba como loco esperando oír la voz sorprendida y feliz de Victor. Un sonido que llevaba dos meses esperando. Entonces me di cuenta de que no debería estar tan nerviosa y que aquello iba a ser un número. No había planeado marcar este teléfono. Había ido a la cabina no con la intención de llamar a Victor, sino porque Reggie Sedgewick se me había acercado, completamente desnudo, y me preguntó:

—Quiero que me…

Resultaba feo y patético, y miraba la película porno que estaban proyectando en el techo y yo andaba buscando el bar, y dije:

—¿Cómo?

Y él dijo:

—Quiero… quiero que me chupes la polla.

Y bajé la vista para mirársela y luego le volví a mirar a la cara y dije:

—Debes estar loco.

Y él me dijo:

—No, guapa. Quiero que me chupes la polla, de verdad.

Y pensé en Victor y me dirigí a la cabina telefónica.

—¡Chúpatela tú mismo! —dije, casi llorando, dirigiéndome sin ver hacia la puerta.

—¿Crees que te lo pediría a ti si pudiera? —gritó él, señalándosela, borracho, completamente pirado, o peor aún, puede que sobrio.

Me deprimió tanto que grité:

—¡Que te den por el culo! —Y casi rompí el cristal de la puerta de la cabina del portazo y llamé, un tanto humillada por saber el número de memoria. Cuando le dije a la telefonista el número de mi tarjeta telefónica, y durante el silencio que siguió, comprendí que todo había terminado. Lo comprendí allí, de pie en aquella cabina telefónica, esperando que Victor contestase. Supe que todo había terminado incluso antes de encontrarme con Sean Bateman aquella misma noche, más tarde. ¿Cuánto tiempo llevo engañándome de esta manera?, me pregunté en cuanto sonó el primer timbrazo. Estaba avergonzada de mí misma y necesitaba un pitillo y el teléfono seguía sonando y Reggie Sedgewick empezó a golpear la puerta gimoteando y pidiendo perdón y contestaron al teléfono y era Jaime y colgué y volví a la fiesta, quitando a Reggie de mi camino de un empujón.

De modo que me emborraché, me encontré con Sean, luego estuve mirando a Stuart Jackson que bailaba al son de una vieja canción de Billy Idol, luego fumé y me coloqué en el apartamento del Gina. Por ese orden.



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